Casi todos los aspectos de la observancia de la Navidad tienen sus raíces en la costumbre romana y en la religión. Considere la siguiente admisión de un gran periódico americano (The Buffalo News, 22 de noviembre de 1984): “La primera referencia a la Navidad que marcó el 25 de diciembre viene del segundo siglo después del nacimiento de el Mesias. Se considera, de igual manera, que las primeras celebraciones de la Navidad fueron en reacción a la Saturnalia romana, un festival de cosecha que marcaba el solsticio de invierno — el regreso del sol — y honraba a Saturno, el dios de la agricultura. La Saturnalia era un tiempo de alboroto, al cual se oponían hasta los más austeros líderes en la aún minoritaria secta cristiana. Según dice un erudito, la Navidad se desarrolló como un medio para reemplazar la adoración del sol (del inglés sun) con la adoración del Hijo (del inglés son). [Nota: en inglés sol se traduce sun e hijo se traduce son; ambas palabras se pronuncian igual.] Para el año 529 d.C., después que el cristianismo se hubiera convertido en la religión oficial del estado en el Imperio Romano, el emperador Justiniano hizo de la Navidad una festividad cívica. La celebración de la Navidad llegó a su cúspide — algunos dirían que a sus peores momentos — en el período medieval, cuando se convirtió en un tiempo para consumo conspicuo y juerga incomparable”.
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